miércoles, 1 de diciembre de 2010

Gafas oscuras


-He pensado algo.

-Tú siempre estás pensando en algo.

-¡Pero esta vez es distinto! No te rías de mí, ¿quieres?

-Y bien, ¿qué quieres decirme?

-Creo que me gustaría tener unas gafas oscuras. Sí, eso, ¡unas gafas oscuras! Sería fantástico.

-¿Quieres unas gafas de sol?

- No, no es lo mismo unas gafas oscuras que unas gafas de sol. ¿Sabes qué son las cámaras oscuras?

-Sí, lo sé.

-Pues, con eso, elegiría la parte optimista, la que me interesa, y me libraría de los malos pensamientos.

-No me gusta el nombre. ¿Qué tal algo más actualizado? Me convence más “gafas fotográficas”

-No seas ganso. A mí me gusta tal cual así.

-Entonces a mí no me verías para nada, directamente.

-Solo cuando callas, cielo.

- Eso me ha dolido. Además, si tú eres quien dice disfrutar de la realidad tal cual como es, ¿para qué quieres esas gafas? No eres muy consecuente, que digamos.

-Bueno, puede que tengas razón. De hecho, me parece que te quedarían mejor a ti. Al fin y al cabo, el pesimista eres tú.

-Yo no soy pesimista, solo acepto las cosas como son.

-¿Es eso lo que nos diferencia?

-Y lo que nos hace iguales. Tú no puedes vivir sin mí.

-Lo mismo digo.

-Bueno ¿adiós a la idea de las gafas?

-Solo por ahora ¿Las quieres de pasta o sin montura?

sábado, 6 de noviembre de 2010

Llamada


-Dime que esperabas que te llamase. O que al menos lo deseabas. Confiésame que a veces me has mirado fijamente y te has entretenido observando cómo uno de mis mechones se mecía a cada movimiento, y que después has buscado un significado oculto en mi expresión abstraída. Que, queriendo parecer distraído, me has seguido con la vista cuando me he fijado en ti, y creyéndote en otro mundo, he clavado mi pupila en tus ojos, y me he reido al sentirme estúpida

Di que sabes que no dejo de vigilarte y preocuparme cuando estás cerca. Y que haces tú lo mismo. Que recuerdas que en total hemos hablado siete veces, en términos breves y motivos banales.

Por último, cuéntame si mientras haces una llamada se pueden sentir y desear tantas cosas para no sentirme idiota. El tiempo que tardas en darte la vuelta, coger el teléfono, llevarlo a tu oreja y decir...

-¿Sí?

-Hola, llamaba para...

-¿Eva?

-Perdón, me he equivocado

-El teléfono comunica. Es la octava vez que hablamos. Me siento idiota.

lunes, 25 de octubre de 2010

A qué huelen las nubes

-¿Qué piensas?- preguntó ella- a veces no consigo adivinarlo.

El interrogante me sacó de mi estado de somnolencia e intenté colocar los pensamientos en su sitio, de forma que pudiese contestar algo coherente.

-Creo que… si las nubes son vapor no debe haber mucha diferencia entre respirar en el cielo o hacerlo en una ducha de agua caliente. Creo.

-Podríamos comprobarlo- una arrebatardora sonrisa inhabilitó mis fuerzas.

-¿Me vas a llevar al cielo?

-¿Fly me to the moon? ¿Como Sinatra?

-No, digo a probar las nubes. Como si fuesen algodón de azúcar.

-Si dices que son vapor- el tono de su voz me abrazaba, con la melosidad propia de las ninfas- supongo que la ducha de la que hablabas antes es una buena alternativa.

-Lo estaba diciendo en serio- le reproché.

-¿Y yo no?- me contestó.

La bóveda celeste perdía entonces su nombre. Era una capa acolchada gris y perla. La verdad, si volase hasta allí podría darme calambre. Quedarme entre los brazos que me rodeaban parecía mucho más apetecible. La hierba, moqueta del terreno, resultaba especialmente agradable, y aquel espacio en medio de una amalgama de edificios, un alargado trazo de pintura esmeralda que desgarra, con el aroma del verano, con el canto de los pájaros, con el aire virgen, un cuadro gris.

lunes, 11 de octubre de 2010

Tú y yo

-Como una estatua me yergo. He aquí mi efigie pálida, helada, sentada sobre aquesta roca. En la soledad de esta pradera, jardín y envidia de aquellos para quienes sólo soy un número y una dirección, jamás he encontrado una sola flor digna de mi interés. Soy el intento fallido de expresiva felicidad que resalta en la cima de la pradera cubierta de albas rosas. Y sin embargo, pese a mi hastío, aquí permanezco como cada día. Valiente estúpida.
Maldigo ahora reposada ¡o con el puño levantado al aire! A todo ser viviente que he visto en el transcurso de mi vida.Una habitación, un libro de tapas desgastadas, eco de risas por el pasillo, miradas mal disimuladas, pisadas, orejas en la puerta. ¡Sucia hija de un conde! ¡Sucia hija de una condesa! Y sigo buscando el horizonte ¡No aquel fondo azulado, donde no puedo alcanzar ver más! Sigo buscando, imaginando mil espacios sin fin, el silencio que no es roto por una carcajada cruel, un cuchicheo violento, imparable, el rasgar del papel por una pluma poco juiciosa.
Mis dos orbes negros se han secado ya. Reflejan una mirada perdida, de la que nadie sabe qué intenta alcanzar. Pero bajo su capa de piel, un ardor congelado me recorre. Fuegos fatuos comenzaron a quemar mi alma, lacerando mi pecho desde dentro. Un ligero pestañeo es la única muestra de mi casi desaparecida humanidad.
Pero a veces, y por contentaros, suelto una risotada desde mi pedestal de piedra, y aun así me miráis pareciendo ver en mí a una bestia enloquecida ¿No conveníais que la diversión era óptima para mí? Vuestras incautas almas me entretienen profundamente. Encontrar a alguien con menor valor que yo misma es admirable y divertido a la vez. Sois ratitas desprevenidas, cuya profesión es la de destripar las vidas ajenas. Incluida la de una servidora. Ver las caras de desconfianza, el mal juicio, y tras haber comprobado varias veces la moneda, vuestras dos caras, he comprendido que esta vida terminó para mí.
¡Qué triste raza! ¡Qué plaga de miradas frías y sonrisas maliciosas! Qué pavor siente mi alma al ver acercarse a cualquiera de ellas. Mi resentido corazón tirita, queriendo alejarse acobardado de allí. Dibujo con mis ojos el camino que me llevara a la eternidad.
-¿Realmente desea venir?
-¿Quién és?
-Me llamastes y aquí estoy. Soy quien guiará tu alma por tan anhelado camino.
-Tardó demasiado ¿Dónde estuvo mientras yo le esperaba?¿Cómo piensa compensarme tantos años de espera?
-¿Qué es esto? ¿Nadie va a sorprenderse o asustarse? ¿Por qué no sangras? ¿Por qué no te retuerces? Si viva eres ¿por qué quieres acompañarme?
-Usted no entiende, la vida es batalla, es dolor y tristeza, sufrimiento que no acaba ¿Por qué me iba a negar a dar mi último paseo con usted?
-Qué rostro tan helado, qué facciones tan frías. No puedo evitar templar mis designios hasta conocer los motivos de esta pensante criatura. Habla ahora antes que el filo del destino corte tus palabras.
-Ya no tengo destino, mi camino esta escrito, soy una flor marchita que espera su recogida, ¡Usted es mi destino!
-La muerte es cruel y sin esperanza, tienes en tus manos un camino para tomar, yo no soy tu destino, el destino lo escribes tú ¿De verdad quieres cambiar tu tan valiosa vida por una muerte que es la nada?
-¡Oh! Mi muerte, tengo en mis manos pesares que no cesan, tantas tristezas y agonias,
¿Acaso esto no es menos que nada?
-¿No te parece egoista? ¿acaso mi vida tiene más valor que la tuya? Indago infinitamente por la vasta Tierra, recogiendo las almas de quienes me ven como un malvado. Y tú, quien puede refugiarse en la llama de un hogar, quien vive sin mayores problemas, tú que conocerás el descanso entero, ¿te crees desgraciada?
-Quizás lo sea, pero no puedo evitar pensar más que en mí misma. No entiendo tu infinita vida, tampoco me creo desgraciada, sólo quiero conseguir algo de felicidad y hacer algo por mí misma.
-Si tu felicidad no es más que la muerte no tengo nada más que decir. Este será el verso final de la tragedia. (Ella muere)

He recorrido a mi pesar todo el mundo desde tiempos inmemoriales. He llevado en mi mano las últimas palabras, casi suspiros, de la gente antes de que su vida finalice. Desconozco mi interior. Ni siquiera sé si soy capaz de sentir o soy una simple marioneta hueca. Hace tiempo decidí dejar de pensar en mi destino. Porque es una simple línea de sangre deslizándose cuesta abajo, sin límite conocido, hacia el abismo de la incertidumbre, el terminar de una corriente que gira sobre sí misma.
Mi actitud, tal vez ahora, esté condicionada por lo que he visto, y puedo recordar. Amor, pasión, llanto y sudor frío. Las cosas que veo antes de que la víctima caiga en mis manos. La paz que hace que cierres los ojos, o el impacto de las pupilas dilatadas.
No recuerdo mi origen, pero tampoco mi final. Sigo siendo solamente un títere del destino.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Tus ojos marrones

Decían los cielos que un azul como el suyo era inimitable. Que las nubes en una pincelada de blanco descarado creaban en refinada sintonía la elegancia celeste. Y el del mar, que en amplitud caprichosa entona sentimientos contradictorios fusionando lo opuesto en profunda tensión, en equilibrio que amenaza con romper. La belleza del color frío.

Hablaban las leyendas de bosques verdes, interminables. De tonos grisáceos, como el abeto y la oliva, otros brillantes como la esmeralda. Los más celosos querían parecerse a los anteriores y se volvían azulados. Representando la vida y la tranquilidad, nos sume en la variedad de la naturaleza más calmada. Nos trae a la mente el sonido de las hojas y la fauna de la selva.

En un intento de llamar la atención, el ámbar reluce con esfuerzo, logrando con creces su cometido. Con discreción innata hechiza y maravilla a todos aquellos que lo ven, como en una onírica fantasía. Te impide mirar a otro lado, porque está en todas partes. El atractivo misticismo que lo rodea nos lleva a admirar generosamente sus hermosas cualidades.

Los negros son, sin embargo, los más misteriosos. Cuentan historias en una mirada, llenan de incertidumbre y curiosidad a quien los observa. Gritan ayuda, o indican determinación cuando es necesario. Se imponen si es necesario, y demuestran también que como la noche, su brillo es capaz de arroparnos y velar si lo desean. Te engullen, como la oscuridad más profunda.

Al demonio con todos los colores. A mí me gustan tus ojos marrones. El color del chocolate, de la rama seca y del antiguo pergamino. Ojalá puediera verlos, y verte a ti también. A mí me gustan tus ojos marrones, porque son libres. Porque lloran, y porque puedo mirarlos de cerca para secar tus lágrimas. A mí me gustan tus ojos marrones, porque tuyos son.

viernes, 27 de agosto de 2010

Idea incorruptible


Cuando la pesadilla acabó, en su tan liviana barrera entre la fantasía y la realidad, se creó una extraña semejanza. El mundo material y el abstracto, reconciliados. Me di cuenta al instante de que con el fin del uno había estallado en un silencioso disparo el comienzo del segundo, y ambos eran aterradoramente similares. La onírica tortura se había tornado del humo intangible en corpóreo, y aun me laceraba. Mi mundo, mi tan preciado mundo. Aquél donde las nubes son de apetitoso algodón rosado, en el que los peces parecen observarte, en el que los cuadros te sonríen en secreto. Allí las caracolas esconden mares, y uno puede escucharlos si acerca la oreja. En el que los duendes habitantes de húmedas y oscuras cuevas repiten lo que dices si te adentras en su morada.

Mi incorruptible cosmos había sido mancillado, tachado y parasitado por la tintura gris de la realidad. El asedio implacable de la mundanal miseria había asaltado aprovechando el asombro que su duro golpe me había provocado, el delicado entramado que componían mis sueños. Como estrellas prendidas del techo, todas ellas cayeron al ser cortados los hilos que las sujetaban por las afiladas infamias de terrenal origen. Las mismas que con grietas de un suave tono rojo invadieron los ojos castaños incapaces de ver por las incipientes lágrimas, a punto de caer.

Encontré la cama vacía. Y me acordé de quién debía estar allí. Aun ahogando un sollozo, no pude evitar que una gota abriese un húmedo surco en mi mejilla. Acaricié por largo rato la sábana que solía arroparte, la almohada que hacía de tus noches un apacible descanso. Y, por último, acerqué el rostro al caprichoso colchón, que en un intento de retener tu esencia, se había quedado con restos de tu aroma. Mientras captaba estos materiales recuerdos, me invadió la terrible sensación. La que hace que nos demos cuenta de que eras real, y no te tenía entre mis manos.

Me encontré vacío. Y recordé quién debería completar mis huecos. Aun conteniendo un gemido de asombro, no pude evitar el abrir mis ojos a causa del asombro. Acaricié por largo rato mis brazos, que solía arropar, los labios que acariciaba buscando un plácido reposo. Y, por último, acerqué la cara a mis manos, que en una desesperada última búsqueda de esperanzas intentaron retenerte y habían atrapado parte de tu olor. Mientras me reponía de la impresión me di cuenta de que eras real, y de que te habías ido.

Pero, aunque no lo sepas, no importa. No sabes que estamos todavía unidos.

Nos une el mismo sol y la misma noche.

La misma luna y el mismo día.

El calor, el frío, el viento y las tormentas.

El agua y la tierra, amor, nos amparan, aun separados, bajo el abrazo de la misma vida. Y al hacer tan vívidas las evidencias que señalan tu existencia, puedo expresarte sin duda ninguna que es palpable, innegable y mi única idea aun limpia el que te amo. Para siempre.

miércoles, 21 de julio de 2010

Tarde


-He llegado tan tarde…

-Moriré, pero sabiendo que te he podido hacer mío el tiempo que he permanecido viva.

-Siento cómo te evaporas en mis manos. No te marches, por favor.

-Sigo aquí, contigo, vida mía.

-¿Vida tuya?

-Creo que habría muerto antes. Te necesitaba para vivir un par de horas más.

-Solo he podido darte un par de horas. Un par de horas agonizantes.

-No te tortures, amor. Convierte los espasmos en risas disimuladas, y torna la tristeza de las lágrimas en loca alegría. Los sollozos no son más que risas descontroladas. Haz que el remedio a la tragedia sea una pincelada de color, y no te culpes, porque siempre serás mi héroe.

-No te vayas.

-No me he movido.

-Si tú mueres, lo haré yo también.

-Ah, no, no lo harás. Seguirás viviendo.

-Viviré por ti.

-Estás equivocado. Viviré en tu recuerdo, pero debes vivir, y continuar con tu vida. La felicidad… la felicidad…

-¡¿Qué ocurre?!

-Me siento tan débil…

-No me abandones…

-Deja de ser tan egoista. Me estoy muriendo, ¿quieres dejar de pensar en ti?

-No frivolices con esto…

-Si es la verdad.

-Te amo.

-Y yo a ti… para siempre.