lunes, 25 de octubre de 2010

A qué huelen las nubes

-¿Qué piensas?- preguntó ella- a veces no consigo adivinarlo.

El interrogante me sacó de mi estado de somnolencia e intenté colocar los pensamientos en su sitio, de forma que pudiese contestar algo coherente.

-Creo que… si las nubes son vapor no debe haber mucha diferencia entre respirar en el cielo o hacerlo en una ducha de agua caliente. Creo.

-Podríamos comprobarlo- una arrebatardora sonrisa inhabilitó mis fuerzas.

-¿Me vas a llevar al cielo?

-¿Fly me to the moon? ¿Como Sinatra?

-No, digo a probar las nubes. Como si fuesen algodón de azúcar.

-Si dices que son vapor- el tono de su voz me abrazaba, con la melosidad propia de las ninfas- supongo que la ducha de la que hablabas antes es una buena alternativa.

-Lo estaba diciendo en serio- le reproché.

-¿Y yo no?- me contestó.

La bóveda celeste perdía entonces su nombre. Era una capa acolchada gris y perla. La verdad, si volase hasta allí podría darme calambre. Quedarme entre los brazos que me rodeaban parecía mucho más apetecible. La hierba, moqueta del terreno, resultaba especialmente agradable, y aquel espacio en medio de una amalgama de edificios, un alargado trazo de pintura esmeralda que desgarra, con el aroma del verano, con el canto de los pájaros, con el aire virgen, un cuadro gris.

lunes, 11 de octubre de 2010

Tú y yo

-Como una estatua me yergo. He aquí mi efigie pálida, helada, sentada sobre aquesta roca. En la soledad de esta pradera, jardín y envidia de aquellos para quienes sólo soy un número y una dirección, jamás he encontrado una sola flor digna de mi interés. Soy el intento fallido de expresiva felicidad que resalta en la cima de la pradera cubierta de albas rosas. Y sin embargo, pese a mi hastío, aquí permanezco como cada día. Valiente estúpida.
Maldigo ahora reposada ¡o con el puño levantado al aire! A todo ser viviente que he visto en el transcurso de mi vida.Una habitación, un libro de tapas desgastadas, eco de risas por el pasillo, miradas mal disimuladas, pisadas, orejas en la puerta. ¡Sucia hija de un conde! ¡Sucia hija de una condesa! Y sigo buscando el horizonte ¡No aquel fondo azulado, donde no puedo alcanzar ver más! Sigo buscando, imaginando mil espacios sin fin, el silencio que no es roto por una carcajada cruel, un cuchicheo violento, imparable, el rasgar del papel por una pluma poco juiciosa.
Mis dos orbes negros se han secado ya. Reflejan una mirada perdida, de la que nadie sabe qué intenta alcanzar. Pero bajo su capa de piel, un ardor congelado me recorre. Fuegos fatuos comenzaron a quemar mi alma, lacerando mi pecho desde dentro. Un ligero pestañeo es la única muestra de mi casi desaparecida humanidad.
Pero a veces, y por contentaros, suelto una risotada desde mi pedestal de piedra, y aun así me miráis pareciendo ver en mí a una bestia enloquecida ¿No conveníais que la diversión era óptima para mí? Vuestras incautas almas me entretienen profundamente. Encontrar a alguien con menor valor que yo misma es admirable y divertido a la vez. Sois ratitas desprevenidas, cuya profesión es la de destripar las vidas ajenas. Incluida la de una servidora. Ver las caras de desconfianza, el mal juicio, y tras haber comprobado varias veces la moneda, vuestras dos caras, he comprendido que esta vida terminó para mí.
¡Qué triste raza! ¡Qué plaga de miradas frías y sonrisas maliciosas! Qué pavor siente mi alma al ver acercarse a cualquiera de ellas. Mi resentido corazón tirita, queriendo alejarse acobardado de allí. Dibujo con mis ojos el camino que me llevara a la eternidad.
-¿Realmente desea venir?
-¿Quién és?
-Me llamastes y aquí estoy. Soy quien guiará tu alma por tan anhelado camino.
-Tardó demasiado ¿Dónde estuvo mientras yo le esperaba?¿Cómo piensa compensarme tantos años de espera?
-¿Qué es esto? ¿Nadie va a sorprenderse o asustarse? ¿Por qué no sangras? ¿Por qué no te retuerces? Si viva eres ¿por qué quieres acompañarme?
-Usted no entiende, la vida es batalla, es dolor y tristeza, sufrimiento que no acaba ¿Por qué me iba a negar a dar mi último paseo con usted?
-Qué rostro tan helado, qué facciones tan frías. No puedo evitar templar mis designios hasta conocer los motivos de esta pensante criatura. Habla ahora antes que el filo del destino corte tus palabras.
-Ya no tengo destino, mi camino esta escrito, soy una flor marchita que espera su recogida, ¡Usted es mi destino!
-La muerte es cruel y sin esperanza, tienes en tus manos un camino para tomar, yo no soy tu destino, el destino lo escribes tú ¿De verdad quieres cambiar tu tan valiosa vida por una muerte que es la nada?
-¡Oh! Mi muerte, tengo en mis manos pesares que no cesan, tantas tristezas y agonias,
¿Acaso esto no es menos que nada?
-¿No te parece egoista? ¿acaso mi vida tiene más valor que la tuya? Indago infinitamente por la vasta Tierra, recogiendo las almas de quienes me ven como un malvado. Y tú, quien puede refugiarse en la llama de un hogar, quien vive sin mayores problemas, tú que conocerás el descanso entero, ¿te crees desgraciada?
-Quizás lo sea, pero no puedo evitar pensar más que en mí misma. No entiendo tu infinita vida, tampoco me creo desgraciada, sólo quiero conseguir algo de felicidad y hacer algo por mí misma.
-Si tu felicidad no es más que la muerte no tengo nada más que decir. Este será el verso final de la tragedia. (Ella muere)

He recorrido a mi pesar todo el mundo desde tiempos inmemoriales. He llevado en mi mano las últimas palabras, casi suspiros, de la gente antes de que su vida finalice. Desconozco mi interior. Ni siquiera sé si soy capaz de sentir o soy una simple marioneta hueca. Hace tiempo decidí dejar de pensar en mi destino. Porque es una simple línea de sangre deslizándose cuesta abajo, sin límite conocido, hacia el abismo de la incertidumbre, el terminar de una corriente que gira sobre sí misma.
Mi actitud, tal vez ahora, esté condicionada por lo que he visto, y puedo recordar. Amor, pasión, llanto y sudor frío. Las cosas que veo antes de que la víctima caiga en mis manos. La paz que hace que cierres los ojos, o el impacto de las pupilas dilatadas.
No recuerdo mi origen, pero tampoco mi final. Sigo siendo solamente un títere del destino.