
-Eh, ¡mira, mira! sube conmigo-
-¿Quieres decir allí arriba? Pero si eso está muy alto. Deberías bajar antes de hacerte daño-
-Tú siempre eres igual, ¿verdad? Si no llegas a lo más alto no podrás ver las hojas de cerca-
-Desde aquí las veo bien claras-
-Pero arriba podrás tocarlas-
-Baja-
-No-
-¿Cómo?
-Eres un aburrido. Si no subes tú, lo haré yo, y te quedarás abajo-
-Puedo caerme si subo. Además, tengo miedo a las alturas-
-¿Y quién te dice que yo no me vaya a caer? Pero si me caigo, me volveré a levantar y subiré, aunque tú me lo impidas-
-Eso es muy propio de tí-
-No lo dudes-
(Silencio)
-Me descolocas. No puedo comprenderte-
-Eso es porque tú y yo somos muy distintos. Tú eres un reprimido-
-¡Tú tampoco es que seas muy buena persona! ¿Te crees que por subir a un árbol eres rebelde, que vas en contra de la sociedad?¿eso te satisface?-
-¿Y tú? ¿Quieres decir que eres maduro porque no subes al árbol?-
(Silencio)
-Una vez subí. Tímidamente fui escalando. Quería llegar a la copa, gritar y sentirme libre. Sentir el aleteo de las aves volar. Y después me tiraron sin compasión. Y caí, y caí, hasta las duras y entrelazadas raices del árbol. Y la arena levantada por el golpe me cubrió.
Ya no hay restos de arena, y las magulladuras han sanado. Sube tú, que tienes valor. No quiero volver a intentarlo-
(Silencio)
-Tienes miedo al árbol-
-Tengo miedo a que me empujen-
-Nadie lo hará, ¡yo...!
-¡No! ¡No quiero oirlo!
(Silencio y lágrimas)